sábado, 8 de septiembre de 2007

La importancia de Escuchar: “¡Silencio! ¡Ta ta ta ta ta!”

Esta es una de las frases más conocidas y representativas de los programas infantiles de la televisión Latinoamericana. Si este recuerdo no hace remezón en la memoria, es porque no han oído hablar del ya tan clásico “Chavo del ocho” y su sección la escuelita. ¿Cuántas veces el pobre profesor Jirafales tuvo que usar ésta frase para hacer callar a los niños revoltosos de su clase? ¿Los niños de la escuelita eran los culpables del bullicio? ¿Ésta frase logró que hubiera silencio realmente? Al parecer sólo sucedió pocas veces, o quizás nunca y la responsabilidad de los ruidos no era sólo de los alumnos, tal vez no correspondería hablar de pobre profesor Jirafales.
En esta ocasión quisiera referirme a la importancia que tiene el escuchar dentro de la sala de clases y por sobre todo dentro de nuestras propias vidas, debido a que situaciones como éstas son comunes en todos los colegios y aulas escolares, así también tal bulla y falta de silencio, no es responsabilidad total de los niños. ¿No será entonces que jamás se les ha enseñado?

Cuando estuve en enseñanza Básica y Media recuerdo que escenas como la de “La escuelita del Chavo del ocho”, se repetían constantemente y por mi vida estudiantil vi pasar a muchos profesores Jirafales que gritaban para que prestáramos atención a lo que ellos querían señalar. Sin embargo, mientras más gritaba el profesor, mis compañeros y yo, más desorden provocábamos en clases. Cuándo estudiaba nunca comprendí porqué el profesor gritaba si quería hacernos callar, imagino que por eso respondíamos con mayores efectos. En hechos como éstos recuerdo mi primera Práctica, cuando tuve que hacerme cargo de un 5º Básico. En aquella ocasión me convertí en una mismísima profesora Jirafales, ya que los niños al no quedarse en silencio, tuve que proceder a utilizar mi recurso más cercano, que en ese entonces era mi voz fuerte, por lo que grité lo más enérgicamente posible diciendo: ¡Silencio! Pero nada de eso resultó y el efecto que provocó mi regaño, hizo que los niños gritaran mucho más fuerte.
Esta situación fue una experiencia más en mi vida, la que me enseñó que aquella solución no era la más adecuada, porque mientras más se grite en clases, los niños responden el doble de nuestros esfuerzos realizados por hacerlos callar.
Al parecer el silencio no se conoce en las salas de clases, debido a que no se enseña o bien, porque rara vez ocurre y si el silencio no se hace presente, mucho menos se podrá escuchar, pero entonces ¿qué es escuchar? La respuesta a esta interrogante, la explica la escritora Cecilia Beuchat señalando lo siguiente: “Escuchar es el proceso por el cuál el lenguaje hablado es convertido en significado en la mente” Es decir, este proceso abarca mucho más que oír, que tan sólo es la recepción física de las ondas sonoras, que recibimos a través del sentido de la audición. Por lo que escuchar implica atención, analizar, apreciar, pero más que todo eso, es otorgar importancia a lo que los otros nos quieren decir. La responsabilidad de escuchar se debe aplicar tanto para el que habla como para el que escucha, ya que muchas veces hemos estado obligados a escuchar clases donde el tema es importante, pero el expositor no provoca el mismo efecto y por ello perdemos todo el interés que deseamos poner.


Ante esto, si seguimos con el ejemplo del profesor Jirafales, y las implicancias que el escuchar tiene en la vida, cabe destacar aún más la relevancia de su enseñanza, la cual se puede otorgar a través de actividades sencillas, como las de contar cuentos, leer poesía a los niños en voz alta, poniendo énfasis a la expresión; para que desarrollen un escuchar apreciativo, o bien trabajando en un programa de desarrollo del escuchar y del lenguaje oral; por ejemplo dando instrucciones claras, simples, sin tener que repetirlas más de lo necesario. También existe como recurso a la labor docente el uso de señales para llamar la atención sin llegar a gritar, pero lo más importante es convertirse en un modelo para el alumno, siendo un buen oyente de lo que ellos dicen y quieren contar. Han habido casos en los que los niños le dicen a su profesor que su papá está en la cárcel o enfermo, y éstos han respondido con un ¡que bien te felicito! Situaciones como éstas, demuestran que no se escucha a los educandos y por eso los docentes no transmiten la importancia que esta habilidad tiene, la cual debería ser denominada una de las grandes virtudes del ser humano.
Cecilia Beuchat en relación a lo dicho anteriormente señala lo siguiente: “Es muy enriquecedor para los niños tener la posibilidad de actuar en un ambiente en el cuál puedan expresar sus ideas y sentimientos, sus inquietudes y opiniones; un marco de libertad y respeto en el que se les escuche y donde ellos también ejerzan la conducta de escuchar”. Cabe destacar también, que para ser escuchados los docentes deben ser grandes expositores, narradores y por sobre todo tiene que hacer de la enseñanza una constante invitación al aprender.
Finalmente, se puede señalar que si el profesor Jirafales hubiese conocido y aprendido la importancia que tiene la habilidad de escuchar, tal vez no habría utilizado el tan conocido ¡Ta ta ta¡ para hacer callar al chavo del ocho, la chilindrina, Quico y a muchos de los niños que están en nuestras aulas, ya que la enseñanza del silencio y la del escuchar al otro, no parte desde la utilización de gritos y regaños, sino que del uso de pequeñas estrategias que harán de los niños, futuros hombres y mujeres que valorarán y respetarán a quienes los rodean.


Bibliografía:

Beuchat, Cecilia Escuchar: El punto de partida
Baeza, Paz. Solís C. (2000), Desarrollo de la expresión oral (pp.3-9) En la Reforma Curricular en NB2, Cap. 5

lunes, 3 de septiembre de 2007

Habilidades fonológicas... ¿Juguemos con las palabras?

Muchas veces solemos relacionar los juegos con actividades que no encajan dentro del aula, ya que los niños suelen desordenarse, o lo que es peor aún, se tiende a pensar que el juego es sólo para los ratos de recreo.

Cuántos de nosotros nos entretuvimos con adivinanzas, rimas, poemas y canciones que nos llevaban a participar en una interacción armónica con nuestros amigos, o bien cuántas veces jugamos el tan conocido bachillerato, el cual aunque posee muchos fines pedagógicos era expulsado de la clase, como cualquier "chiquillo" revoltoso que generaba desorden. Antes situaciones como estas, parece que los docentes olvidamos qué es jugar, teniendo conceptos bastante distintos y que por ello, nuestros alumnos son quienes nos pueden enseñar y recordar el arte de la entretención y aprendizaje que trae consigo el juego.
En esta ocasión, quisiera centrarme en los juegos verbales, los cuales traen grandes beneficios en el desarrollo de la conciencia fonológica, que es una habilidad que promueve el aprendizaje inicial de la lectura. Asimismo etsa conciemcia está netamente ligada a la zona de desarrollo próximo propuesto por Vygotski, ya que esta es el indicador de la distancia que traen los niños para dicho aprendizaje, cumpliendo aquel rol predictor. Ante esto, Luis Bravo señala lo siguiente: "La conciencia fonológica es el proceso cognitivo que presenta mayor variabilidad común con la lectura inicial y que su ejercitación durante los años de jardín infantil, es determinante para el éxito de aprender a leer". Es decir favorece enormemente el aprendizaje inicial de la lectura y escritura, porque gracias a esta los niños toman conciencia de que los sonidos tienen una forma gráfica, tomando conciencia de que las letras representan sonidos significativos y que se pueden articular en palabras.




La importancia que la conciencia fonológica posee, debe iniciarse desde la etapa preescolar. Es por ello que se está comenzado a potenciar la relación que debiera haber entre las docente parvularias y los docentes de enseñanza básica. Tal diferencia en metodología ha sido clara durante muchos años, pero sólo era percibida por lo niños, debido a que las docentes que continuaban con la enseñanza básica eran y aún son notoriamente más frías que las “tías de jardín”, las cuales tienen un mayor acercamiento e interacción con los niños, debido a que cada vez que los pequeños llegan a la sala, los estrechan entre sus brazos Aún es lamentable ver que en el momento en que los niños pasan desde kindergarden a 1º básico, sus salas ya no son las mismas, porque sus puestos ya no son grupales, sino que a la nueva maestra hay que mirarla de frente y bien callados. Pues bien, después de muchas investigaciones, recién ahora se ha logrado comprender tal contraste.
Siguiendo con el tema central, creo que es relevante que como docentes abramos las puertas de las aulas a los juegos- que mayoritariamente se realizan en la educación pre-escolar-, favoreciendo de esta forma la continuidad que viene de la educación que anteriormente recibieron los pequeños, haciendo que este paso no sea brusco para los niños, porque muchas veces se corta de raíz el instinto de juego, cuando docentes de Enseñanza Básica recalcan a los niños lo grande que están, repitiendo constantemente que ya no pertenecen a Kinder ¿ A caso nosotros no nos entrenemos al jugar? ¿Acaso no nos gusta participar? ¿Cuántas veces anhelamos que nuestras profesoras hicieran algo entretenido? Al parecer nos enseñan a ser aburridos y quizás por eso los niños no gustan de las clases. Lo ideal sería que cada clase sea un asombro y un nuevo despertar en el aprendizaje, pues lo mejor de esto es que siempre es el momento y aun estamos a tiempo. Por lo tanto, el desarrollo de habilidades fonológicas ayuda enormemente a que despertemos ese asombro, el cual en un niño siempre va a estar mediado por el instinto de jugar.






Para desarrollar actividades como éstas, los docentes tenemos gran variedad de juegos verbales; algunos que son parte de nuestras tradiciones, costumbres y por ello contribuyen a mantener nuestra cultura, pero aún más favorecen el aprendizaje lector, o hay otros que ayudan a que la enseñanza sea amena y por sobre todo lúdica, por ejemplo: quitar la sílaba inicial o agregar fonemas creando así nuevas palabras, ayudar a que los alumnos se cuestionen y piensen sobre la descomposición que se puede hacer a las palabras, oraciones, etc. Por lo tanto, se puede apreciar la gran cantidad de actividades lúdicas que se pueden realizar en clases.

Finalmente sería importante señalar que como docentes en formación y en ejercicio, comprendamos que a los educandos hay que hacerlos sentir creadores y co-constructores de lenguaje, o por qué no decirlo así: Contribuyamos a que expresen lo que nazca de sus almas, y qué más lindo que se enseñe esto por medio de la naturaleza y esencia misma de los niños, que es jugando. Entonces... ¿invitemos a los niños a que aprendan por medio del juego?





Bibliografía:

Condemarín Mabel. Juegos verbales
Bravo, Luís La conciencia fonológica como una zona de desarrollo próximo

Defior, Sylvia Una clasificación de las tareas utilizadas en la evaluación de las habilidades fonológicasy algunas ideas para su mejora